Que divertida fue esa tarde, cuando nos encontramos a ese
hombre cerca del parque de los Libertadores, pobre infeliz de lo ebrio que
venía caminando no se daba cuenta que
caía granizo y por ello las personas iban corriendo sin ningún cuidado aprisa
para ponerse a salvo en cualquier lugar o para agarrar un transporte que los
llevara a su destino.
El viejo borrachín, ese era su aspecto, a pesar de que
tuviera menos edad no parecía más que un vulgar mono canoso y calvo, se asomaba
de su cara una desaliñada barba china, mal vestido y mal oliente, se acercaba a
nosotros casi arrastrándose de lo borracho que estaba, nunca sabría que lo
golpearía.
Esperamos a que cruzara la esquina después de la Av. 2°, su
caminar pesado y lento nos obligó a esperarlo en una cafetería mientras
comíamos un pastel de garbanzos con una bebida caliente de malta, nunca le
perdimos de vista, salíamos de vez en cuando a la puerta frontal del negocio y
le echábamos un vistazo como para estar seguros que seguía en su procesión.
Cuando por fin llegó
al gran lote abandonado por la empresa cervecera, sabíamos que el juego había
comenzado, el gran agujero que quedaba producto de las excavaciones por
llevarse lo que lo que pudieron y mudarse a
una ciudad vecina creó una serie de laberinto arenoso, con columnas
medio desechas en sus paredes, el área
se marcó por socavones, que formaban
grandes charcos cuando llovía.
No hubo sorpresa para él, sólo un golpe seco de un madero
grueso y corto, que acertó en su nuca, en la oscura noche sin luna, cayó
como un saco de huesos descompuestos,
como lo que era.
Fue divertido y un poco desagradable cuando despertó por el
dolor que mi compañero le causaba al meter una delgada varilla caliente alrededor
de su ombligo, no podía moverse de lo borracho que aún estaba, aunque dudo
mucho que haya permanecido en ese estado, cuando le metimos esa misma varilla
alrededor de su globo ocular, balbuceaba y no se le podía entender del dolor,
era un cerdo chillaba como tal cuando yo
cortaba su entrepierna y desgarraba el tejido que sujetaba sus testículos y
pene, nunca había visto salir tanta sangra, ya no haría más daño con él.
Richard me dijo que habría bastado con la última parte mi
hermoso acto pero, acaso no era
razonable que hubiese sufrido tan sólo un poco, antes de que dejara esta
porquería de mundo, con su muerte me libraba de un trozo de maldad.
Nada mal para su última foto, del hombre que me acompaño
como padrino en mi primera comunión con
Dios, para después abusar de mí, mientras mis allegados se emborrachaban
en mi fiesta. (Aprovechando la fiesta y la borrachera de mis allegados).
No hay comentarios:
Publicar un comentario