sábado, 15 de junio de 2013

POR NECESIDAD DE LIBERAR ALMAS




Que divertida fue esa tarde, cuando nos encontramos a ese hombre cerca del parque de los Libertadores, pobre infeliz de lo ebrio que venía caminando  no se daba cuenta que caía granizo y por ello las personas iban corriendo sin ningún cuidado aprisa para ponerse a salvo en cualquier lugar o para agarrar un transporte que los llevara a su destino.
El viejo borrachín, ese era su aspecto, a pesar de que tuviera menos edad no parecía más que un vulgar mono canoso y calvo, se asomaba de su cara una desaliñada barba china, mal vestido y mal oliente, se acercaba a nosotros casi arrastrándose de lo borracho que estaba, nunca sabría que lo golpearía.
Esperamos a que cruzara la esquina después de la Av. 2°, su caminar pesado y lento nos obligó a esperarlo en una cafetería mientras comíamos un pastel de garbanzos con una bebida caliente de malta, nunca le perdimos de vista, salíamos de vez en cuando a la puerta frontal del negocio y le echábamos un vistazo como para estar seguros que seguía en su procesión.

Cuando por fin  llegó al gran lote abandonado por la empresa cervecera, sabíamos que el juego había comenzado, el gran agujero que quedaba producto de las excavaciones por llevarse lo que lo que pudieron y mudarse a  una ciudad vecina creó una serie de laberinto arenoso, con columnas medio desechas  en sus paredes, el área se  marcó por socavones, que formaban grandes charcos cuando llovía.
No hubo sorpresa para él, sólo un golpe seco de un madero grueso y corto, que acertó en su nuca, en la oscura noche sin luna, cayó como  un saco de huesos descompuestos, como lo que era.
Fue divertido y un poco desagradable cuando despertó por el dolor que mi compañero le causaba al meter una delgada varilla caliente alrededor de su ombligo, no podía moverse de lo borracho que aún estaba, aunque dudo mucho que haya permanecido en ese estado, cuando le metimos esa misma varilla alrededor de su globo ocular, balbuceaba y no se le podía entender del dolor, era un cerdo chillaba como tal cuando  yo cortaba su entrepierna y desgarraba el tejido que sujetaba sus testículos y pene, nunca había visto salir tanta sangra, ya no haría más daño con él.
Richard me dijo que habría bastado con la última parte mi hermoso acto pero, acaso no era  razonable que hubiese sufrido tan sólo un poco, antes de que dejara esta porquería de mundo, con su muerte me libraba de un trozo de maldad.
Nada mal para su última foto, del hombre que me acompaño como padrino en mi primera comunión con  Dios, para después abusar de mí, mientras mis allegados se emborrachaban en mi fiesta. (Aprovechando la fiesta y la borrachera de mis allegados).

No hay comentarios:

Publicar un comentario